En el espacio que tienen los libros en redes sociales (véase: BookTube, #bookstagram o booktok), hay una presión generalizada muy fea con el número de libros que se consumen.
Lo peor es que no he visto a nadie juzgar a otra persona por leer «poco». Por el contrario, parece que la tendencia de esta presión es que sea autoimpuesta.
No es raro teniendo en cuenta que las redes sociales tienden a hacernos sentir pequeños e insignificantes (si no tenemos cuidado) por el efecto que tiene ver solamente los mejores momentos de la gente.
Hace poco dejé de poner a tiempo real en Instagram qué libros estoy leyendo porque me sentía absurda e innecesariamente presionada por ningún motivo en especial.
Sé que el hombre que más rápido lee en el mundo aconseja leer lo más despacio posible para disfrutar de la literatura. Pero, por otra parte, este es un ejemplo del contenido que consumo en YouTube:
YouTube: BooksandLala
YouTube: a sunny book nook
YouTube: throneofpages
Creo que a raíz de normalizar estas cifras y ver a tanta gente leyendo más de 100 o 200 libros al año, en algún momento, sin darme cuenta, llegué a la conclusión de que leo poquísimo.
La llegada a la absurdez en orden cronológico
No tengo ni idea de cuántos libros leía al año cuando era pequeña. Nunca me hizo falta una cifra para considerarme una Lectora Oficial. Era lectora porque leía y la gente a mi alrededor sabía que me gustaba leer porque me veían leyendo. Nadie me preguntó nunca por mi cifra media anual para cerciorarse de si me gustaba leer de verdad.
Gracias a mi afición por hacer listas, en algún momento empecé a apuntar mis planes de lectura y los libros que había leído, aunque seguía sin numerarlos.
Hasta que me hice una cuenta en Goodreads y me pareció una idea genial ponerme un objetivo de lectura (aka «el reto de Goodreads»).
50 libros en un año sonaba a algo que podía hacer, aunque no tenía ni idea porque era mi primera vez contando libros. Pero resultó ser verdad, descubrí que puedo leer 50 libros en un año.
El único problema es que desde que conozco ese dato existe un factor de agobio perenne entre mis lecturas que no había existido nunca antes de Goodreads.
La perspectiva
Una vez, hace mucho tiempo, antes de empezar a contar libros, debido a factores farmacéuticos estuve alrededor de dos años sin leer prácticamente.
Durante aquel tiempo no me sentí ni un poco culpable, ni presionada por tener que leer. Me sentía mal porque quería leer y no podía, pero no había ningún otro factor involucrado.
Ahora sé que leo más de 50 libros al año de media. Este año parece que incluso alguno más porque en 3 meses llevo más de 20. Probablemente son las cifras más altas de unidades lectoras consumidas a las que he llegado y, sin embargo, me siento más presionada que nunca por no estar leyendo suficiente.
Antaño, abandonar un libro a medias porque no me estaba gustando no involucraba la idea de «pero si lo abandono no contarán para el número mágico anual estas horas que he invertido». Idea que deriva en «seguiré perdiendo mi valioso tiempo con este libro solo por poder sumarlo a la lista».
Tolstói vino a salvarme
Cuando estaba escribiendo el primer borrador de esto, tras haber expuesto lo estúpido que me parece estar en esta situación, parecía que solo había una solución inevitable: dejar de contar libros. Borrar el reto de Goodreads.
Sacrilegio.
Vale que la única conclusión lógica fuera esa, pero no estaba preparada para llevarla a cabo.
Hasta unos días después, cuando recordé lo mucho que me apetece leer Anna Karérina y también recordé por qué no me atrevo a hacerlo: es demasiado largo.
Incluso siendo de letras[❁] es fácil darse cuenta de que los libros, cuanto más cortos, menos tardan en leerse. Y leer libros más rápido es la clave para que crezca el número de libros que lees.
Eso me ha llevado de temer un poquito los libros muy largos a evitarlos a toda costa, algo que atenta directamente contra mis ganas de leer Anna Karérina.
Pero me apetecía mucho leer Anna Karérina, así que lo rescaté de la balda en la que residía y acto seguido entré en Goodreads y eliminé el reto maldito.
Contar libros es absurdo; no siento que me haya aportado nada positivo en más de 6 años y le agradezco mucho a Tolstói que haya venido a darme el último empujoncito que necesitaba para salir de esa espiral demoníaca.
Estoy acompañando mi recién comenzada lectura de Anna Karérina (estoy en la página 47 de 1002 y no me da miedo decirlo) con ¿Qué es el arte? también de Lev Tolstói y con El banquete de Platón.
Y no tengo prisa por terminar ninguno.
[❁]Con ese comentario solo me estoy riendo de mí misma; casi no sé ni sumar.
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